A DESTIEMPO DE JUAN ANTONIO HUESBE: TIEMPOS ENTRECRUZADOS ENTRE EROS Y THÁNATOS

El libro A destiempo, del poeta Juan Antonio Huesbe, recorre el río perenne, el mismo y el otro, desde un ahora que mira de reojo la memoria –con un ojo que llora ese antaño- y con el otro lo ve, lo escudriña, desde un presente imperfecto, porque, como reza el epígrafe que abre los “destiempos”: No solo por los ojos vemos/ sino que por los ojos lloramos”, afirma citando al filósofo de la gramatología, Jaques Derrida: es decir Huesbe nos sitúa desde el comienzo de su breve, pero expresivo libro en el espacio, redundo, de la “expresión”, de la escritura por sobre el logos, de la palabra escrita, grabada, por sobre y desde los tiempos que acá se entrelazan textualmente.

De ahí quizá el poema que abre este singular poemario: “parafraseos” –no paráfrasis- a un poeta que durante los años 80 se sitúa como un centro descentrado de cierto canon, el de la poesía neovanguardista de los años 80, en un poema rio que durante los años 90 –y esto no es gratuito- nos hacía leer el poema –la poesía- como un axis mundi que enfrentaba dos forma de situarse en la palabra y la Historia, entre la vida y la escritura: una suerte de enfrentamiento entre lo dionisíaco y lo apolíneo, nietzscheanamente hablando- en una suerte de confrontación postnuclear, casi de ciencia ficción. Ahora cabe la pregunta: ¿qué es un parafrasea, qué lo diferencia de una paráfrasis?: intento una respuesta: la paráfrasis es una suerte de ventriluoquismo textual, donde un texto ahora habla a través de otro, ya sea por homenaje, admiración por el texto parafraseado, del cual quiere esquivan adentrándose en él, porque algo hay en esos poemas que quiere atravesar para lograr su propia voz yendo más allá de los sentidos del texto parafraseado: “la angustia de las influencias”, según Bloom: el término “parafraseo”, quizá aluda a algo más: emulación y superación de ese obstáculo textual, sin dejar de lado su reconocimiento y apología: Ahora que volamos por sobre los 25000 metros de altura

ahora que Maquieira tiene cara de enfadado,

Y es que ya no volamos

ni en un Harrier

y Brando solo es una imagen chueca y retorcida

Olvidada en un bolsillo

Ahora los vuelos delirantes de los Sea Harrier Maquieiranos van perdiendo sino sentido, sino altura, poder, esa fuerza centrífuga del carnaval milenarista, para adentrarnos a un otro espacio, más prístino, menos barroco, del cual Huesbe se desliga, no sin declarar su admiración por aquella propuesta noventera –de los comienzos- (lo propone como un posible Premio Nacional desdeñado por el canon) para situar su propio decir, aquel que mira y llora, que ve y se lamenta a la vez, según el epígrafe derridariano.

Y es en este giro admirativo pero vadeante a la poesía barroca de esos años, donde se ubican los destiempos –a tiempo- de Huesbe:

Fuiste a buscar amaneceres

En otros pueblos

Mientras yo volvía a nuestro viejo pueblo dormido

Con leña húmeda para calentar la casa

Del barroco milenarista de Mauquieira, Huesbe se sitúa en un espacio diríamos más familiar, más lárico –en el sentido de que su lírica tiende a aterrizar su decir, pero no por eso menos radical, en una época quizá que llega tardíamente, pero un ojo la llora, mas el otro la observa con una lucidez de un decir más prístino en la palabra, pero que inquieta al lector por esta dualidad temporal, donde eros y thánatos nos hablan desde un locus ya no barroco –o neobarroco- sino más cotidiano en la manea de mirar el descalabro del Mundo, el Armagedón que, a pesar del aterrizaje forzoso en un espacio menos retorcido, nos habla del hoy, de la mirada de este tiempo que se escurre no sabemos a dónde, pero se escurre igualmente hacia un presente –que ayudándose de la memoria de los recuerdos juveniles: fiestas, “malones”, amores que ya han quedado en el hiato de la vida y la muerte, no por eso menos inquietantes y si bien sublimados, impregnados del ahora que tanto nos conturba e inquieta.

Inquietud que se manifiesta en poemas que nos hablan del centro mismo del corazón del poema, el amor, ese lugar que parece ser desde un Valparaíso perenne, una tabla de salvación al naufragio total, entre el a tiempo y el destiempo: no todo está perdido parece decirnos Juan Antonio en este poemario:

Aún recuerdo las primeras olas

En torpederas

cuando nos bañábamos tardes enteras

Saboreando su gusto salino apegado a su cuerpo

justo antes de romper en la arena,

la segunda ola venia

como su recuerdo y esa playa

antes, mucho antes

que pudiese respirar

El espacio del mar, las olas, ahora son más quedas, más propicias al vaivén de los cuerpos, que se saborean salinos en la resaca no menos inquietante, pero apelando a una suerte de abrazo deseante, pero prístino, que mira con ese ojo que llora, pero también se resguarda con ese otro ojo que vé y no ignora el estado de cosas que estamos viviendo / padeciendo, y sus riesgos y miedos y su propio thánatos:

Te recordaré toda la muerte le dije

Te olvidare toda la vida respondió

Aún baila ella en mi mente

Aún suena la música

Aún hay noche en mi corazón

Si bien el barroco –o el neobarroco- son el horror vacui, el miedo al vacío., a la nada que vendrá después del Armagedón o cualquier catástrofe pre-vista, la poesía de Huesbe, parece decirnos, ojo, ojos, el que llora y el que mira, si hubo un ayer que nos brindó felicidad, si hubo un antaño donde fuimos plenos y deseantes, así estamos situados en un hoy inexacto, infectado de incertidumbre, vital, política, corporal, textual, pero eso no quita que podamos vislumbrar con el ojo que ve y llora a la vez, un mañana tal un cuerpo, que a través del deseo, nos puede tornar más fuetes para vadear la muerte y arribar tras el viaje que es el poemario –poema tras poema- a una playa tanto recordada como presentida:

La muerte viene a tocar a mi puerta

Antes de hacerla entrar

Bailamos juntos un último baile

Antes de abrazarla

Me sonríe la necia

La muerte viene apurada

Necesita, me confiesa

Tocar otras puertas

Y entonces le regalo mis mejores versos

Pero ella no ve ni escucha

No piensa ni siente

Se mete en mi columna vertebral

Estimula mi instinto y mi signo

Y terminamos al final de recitar juntos

Balbuceamos aquel poema que escribimos

Para recordar a los muertos y las muertas

Que amamos

Pasado y presente auguran un mañana, ambos ojos                                                                            en si mirada bifronte, por la fuerza del deseo –que no es otra cosa que una manifestación más que las fuerzas del amor- nos permiten vislumbrar una costa a que arribar, o nos dicen que no nos hemos movido de ese espacio, y que en ese espacio de Destiempos, Que aunque todo parezca decir lo contrario, estamos, a través de la palabra deseante, esa                      la palabra –única tabla que nos salva de estos “paisajes con naufragios”- aun a tiempo de mirar a lontananza con un sesgo de esperanza; sino ¿para qué la poesía?:

Fuimos los últimos en salir a la pista

después de los payasos

y el domador

los acróbatas y el hombre bala

levantamos las basuras- en efecto

y los envoltorios de confeti en el piso

justo cuando arriba en el techo

se filtraban las unicas estrellas

al fondo del silencio oscuro de la carpa

el firmamento azul más azul

al fondo también del silencio de los artistas,

que hacia nada habían terminado de actuar:

en la gran pista del destino

en el gran circo de la vida

Juzgue el lector, quién, finalmente, como dice Baudelaire, convocado también en estos destiempos es el hermano, el mon frere en la palabra poética: si el cuerpo de esa chica aunque sea en la memoria de la arena, la carroña bajo o junto al malecón, con los gusanos inmisericordes y las medusas venenosas, el ojo que llora o el ojo que ve, o ambos juntos pero no hechos una revoltijo, una argamasa sin misericordia, sino apelando, como decía, al poder del ambos ojos como una potencia deseante y propiciadora de algo mejor:

Anoche soñé con María José

La bailarina que había muerto

Y danzaba en la pista

Como en aquellos tiempos

Nos abrazamos al medio

De la nada

En el límite exacto

Donde hablan los vivos

Con los muertos

Me abrazo y susurró mi nombre

La abrace y quise estremecerla

Te recordaré toda la muerte le dije

Te olvidare toda la vida respondió

Aún baila ella en mi mente

Aún suena la música

Aún hay noche en mi corazón…

A Destiempo de Juan Antonio Huesbe es un libro, un poemario, que afortunadamente para el autor y el lector –el mismo y el otro- aun nos llega muy a tiempo.

Thomas Harris, Santiago, Primavera, 2022.

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