Pronta presentación de la tremenda poeta nacional Natasha Valdés. Prologada por Juan Cameron.
Memoria del Alzheimer —título de suyo paradójico, irónico, pero sobre todo estremecedor— sitúa al lector entre Proust y Borges, entre la insaciable y necesaria “Búsqueda del tiempo perdido” y el tiempo sin otro laberinto que el de la memoria,
como una suerte de castigo mítico, un don ya indeseable, porque el espejo refleja ya no la memoria —que nunca es única ni toda— como un espejo que refleja nada más que el instante, y un instante que no fue, un momento equívoco: que se renueva, deformado, día a día, noche a noche.
Quién habla en estos dolorosos y lúcidos textos, espera el final, y todo el poemario es esa espera angustiosa y cruel. El “él” apelado no lo sabe, ni lo sabrá nunca, ya que vive en un eterno presente que se borra en la eternidad del día que pasa fugaz. Transitan por estas notables páginas, lo cotidiano alterado —y obliterado— por la enfermedad del olvido, la peor de las enfermedades, también intertextualidades con los mitos, griegos sobre todo, donde las “locas mujeres” mistralianas de juntan en una voz que susurra, clama, ironiza, ríe, llora y apela: Euterpe, Circe, Cassandra, un Dante asomándose desde ese Infierno desasido del tiempo, quieren lograr una memoria que más que un tiempo recobrado, es un castigo, y la salvación –porque la poesía siempre busca un madero para asirse al gran naufragio- parece ser la imaginación: La imaginación es la única cura para la soledad.
Thomas Harris
Natasha Valdés, sacerdotisa, poetisa, maga, quien ve hasta lo que no quisiera ver, ha regresado con la potencia de su palabra cada vez más vigente y poderosa. Que se desplieguen todas las alfombras rojas para recibir su memoria porque habrá de permanecer para siempre en la letras del mundo. Ha llegado a Itaca, una necesaria, querida compañera, con su necesaria y cada vez más actual voz.
Teresa Calderón