Loba

Poemario de Rosa González Baeza

Loba de aullidos milenarios y doble Rosa dulce es el sujeto poético de este notable libro. Poemas que se extravían y se reencuentran siempre en el límite. ¿El límite de qué? El límite de todo lo posible en la realidad y la ficción; en el sueño y la vigilia; entre la loba y la oveja; entre Rosa 1 y Rosa 2.

Rosa González Baeza ha publicado parte de su obra en varias revistas y antologías, pero esta es su primera publicación personal. Un libro maduro, bien pensado, bien resuelto, de perfecta factura que busca entre muchos otros derroteros, desestructurar un orden que rige nuestra herencia cultural, occidental cristiana: Mi bestia se crucifica plácidasobre el hálito falso del confesionarioel padrenuestro cuelga lánguidoen el rosario de la culpaque no acepto.

Cuando conocí personalmente a la autora, me di cuenta de que ella completa es poesía lúcida y no lograba comprender por qué no había publicado ya un libro. Después de leer su Loba Aullidos Milenarios que aparece desde la umbra en pleno otoño de 2021 estaba destinada a revolver el rebaño de la poesía chilena. Era este su momento, no otro, y no sé si Rosa 1 o Rosa 2 (o ambas en pleno acuerdo y por votación unánime) sabían que todo tiene su momento: solo ese y no otro. En plena pandemia de coronavirus en el planeta, esta loba debía llegar con su aullido a poner orden, tras terremotear el establishment de la escritura de mujeres en Chile.

En su Introverso, que aplica como palabras preliminares, esta loba señala haciendo gala de su sentido del humor y su ironía, que se constituyen en los vestidos o pantalones con que camina por las calles maulinas y, ahora, por todas partes con su ropa de palabra salvaje.

Después de meditar por varias semanas en cuál de los consagrados escritores nacionales o aspirantes a la gloria merecía el gran honor de presentarme decidí en un acto irreflexivo, casi suicida dejar hacer el prólogo a la loba esteparia, culpable directa de la publicación de estas inconveniencias. Desde este instante me lavó las manos cual Pilatos. He aquí la otra voz de mi voz.

Rosa es realidad humana e imperfecta, siempre alondra. Yo, fantasía en delirio perpetuo, eternamente búho. Sin horario deambulo por parajes inolvidables. Nadie me espera. Soy un ave pasajera tejiendo poesías para cubrir el frío de la noche.

Los epígrafes que dialogan con los poemas de este libro pertenecen a escritoras tan lobas como la nuestra de piel suave y doliente: ¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!/ ¡No temáis a la loba, ella no os hará daño./ Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos/ y en el bosque aprendieron sus manejos felinos! (Alfonsina Storni).

O esta: En fin, que no hay respuestas simples/ al aullido solitario de una loba./ Debí nacer en la manada/ donde la orfandad no existe. (Etnairis Rivera).

O esta otra joya: Guarda luto bajo el brazo/ como pan o periódico/ es la loba más triste del mundo/ tiene un testamento no escrito/ que cuenta sus legados/ la sensación del musgo/ los pliegues del viento y sus rincones acústicos/ deja todo/ la manada deshecha/ los hijos/ bordea el precipicio/ es loba triste. (María Fernanda Espinosa).

Me parece imprescindible hacer mención a los epígrafes que Rosa González Baeza incorpora en su libro. En primer término, se trata de destacar el trabajo que otras mujeres han elaborado sobre un mismo tema que a nuestra poeta la convoca: la imagen de la Loba que ha sido siempre un referente masculino y, segundo, porque el diálogo que se establece entre los poemas de nuestra Loba con las otras lobas del mundo es un modo de homenaje y completitud con la identidad colectiva de la mujer que nunca fue/ y el hombre que no pudo nacer.

Pues bien, ¿quién es nuestra Loba González Baeza? Ella misma responde desde la poesía. Es aquella a quien no le fue posible domesticar: la voz anciana/ de mi loba ascendenciaEs el reflejo de su sombra/ por morir bajo su propia ley/ aullando sobre un montículo/ de noche despoblada. Es una loba sedienta aullando sobre el tráfico insensible/ de todas las madrugadas, porque ahora sabe con absoluta claridad por qué la seducen las palabras: Escribo para irme al infierno/ y ganar la gloria… Yo soy la testigo única del principio/ la primogénita de los muertos/ la que los ama y salvará/ en nombre de su propia sangre.// Soy todopoderosa, sí, soy la loba/ tan eterna como el infinito.

Finalmente, esta loba que aúlla milenaria es la ternura misma que revela su tremenda verdad: Tengo miedo de tocarme el almay descubrir lo frágil que soy.

Esta Rosa LOBA de aullidos ancestrales, milenarios nos trae el discurso de la mujer de los bosques de la palabra iniciática. El relato feminista desde la “animalidad” y la ferocidad representada por la figura del lobo/a que da cuenta de su bestialidad llena de dolor y tragedia humana. Y en esto reside la trascendencia de esta obra de Rosa González Baeza.

Teresa Calderón

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